LA TECNOLOGIA EN LA EDUCACION
La tecnología en el aula de clase va mucho más allá del uso del computador, se necesita
además una investigación para mejorar el proceso de aprendizaje.
Para la educación se debe seleccionar el tipo de tecnología adecuado para permitirle al estudiante
desafiar su conocimiento intelectual.
En educación existen dos puntos de vista extremos con respecto al uso de la tecnología. Por una
parte, están sus defensores a ultranza, a quienes se ha dado en llamar evangelistas, y que
recuerdan que una integración óptima de la tecnología permitiría cambiar el paradigma de la
educación escolar, centrándolo mucho más en la actividad del alumno. Por otra parte, también
hay voces que sostienen que la tecnología no es ni más ni menos que una fuente de
entretenimiento que no hace más que distraer a los alumnos, y a sus docentes, de lo sustancial:
aprender cosas serias.
Curiosamente, ninguna de estas dos perspectivas parece responder a las preguntas que un
profesional de la docencia generalmente se hace y que básicamente tienen que ver con la mejora
de las prácticas de enseñanza y aprendizaje, y de los resultados educativos. Por esta razón,
comienza a cobrar fuerza una nueva visión centrada en el realismo: ¿Servirán estas soluciones a
"docentes como yo", es decir, a profesionales que ni pretenden ser paladines de la tecnología ni
tampoco acérrimos protectores de la pizarra, sino sencillamente buenos docentes?
En todo caso, es innegable que las tecnologías digitales forman parte indisociable del paisaje
escolar.
Los docentes encuentran óptimas las soluciones que la tecnología les ofrece para preparar sus
clases o presentar mejor los contenidos en el aula, pero no todavía para cambiar sus formas de
enseñanza. Muy probablemente las soluciones tecnológicas que se proponen no son
suficientemente convincentes para la gran mayoría de docentes, probablemente porque el
esfuerzo que exige su adopción no parece suficientemente recompensado, ni por el sistema en
forma de incentivos para la carrera profesional, ni por los resultados obtenidos, ya que la forma y
los contenidos de lo que hoy se evalúa no se corresponden todavía con las expectativas y las
necesidades de la sociedad y de la economía del conocimiento.
Los datos sobre la intensidad y la variedad de los usos de la tecnología en el aula no transmiten la
imagen que tal vez cabría esperar de la escuela de la sociedad del conocimiento. El análisis de las
buenas prácticas en materia de tecnología y escuela muestra que uno de los factores más
importantes es el maridaje entre el compromiso profesional docente, con un marco institucional
favorable y un liderazgo escolar que le apoye. Si realmente se desea que las buenas prácticas se
generalicen, el sistema escolar en su conjunto debe ser permeable a la innovación sistémica; es
decir, debe contar con herramientas que permitan examinar con realismo en qué tareas o para qué
problemas docentes pueden existir soluciones tecnológicas apropiadas, que mejoren la eficiencia
del trabajo escolar o, sencillamente, que lo hagan aún más interesante.
Puede que la tan deseable revolución en el paradigma de la educación escolar todavía tarde en
llegar, pero la escuela y muchos docentes, lo mismo que los alumnos, se están moviendo: han
depositado su confianza en unas soluciones tecnológicas que les permiten trabajar de forma más
eficiente. Y, en el caso docente, este trabajo consiste hoy en buscar fórmulas que permitan que
los alumnos aprendan más, mejor y, probablemente, distinto.
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